Aquella tarde no tenía mejor cosa
que hacer, por lo que, cuando la hermosa joven se presentó en mi casa, vendiendo
calendarios de sobremesa en taco, dejé que me detallara, una por una, las múltiples
ventajas del producto: una página para cada día del mes, números bien grandes, santos,
efemérides, espacio para notas y un sorprendente reverso que escondía anécdotas,
refranes y chistes. Me sentí obligado a comprar uno de sus calendarios y, en
qué estaría yo pensando, a firmar una suscripción anual. De por vida.
Años
después, al final del sexto taco, la mañana del 25 de Diciembre, arranqué la
hoja superior como tenía por costumbre. Al desprenderla me molestó comprobar
que le faltaban varias páginas al calendario, de tal forma que los días saltaban directamente
de la Nochebuena a la Nochevieja. No le di mayor importancia, hasta que recibí una
llamada de mi hermano. De forma seca, sin saludar, me preguntó si me dignaría a
compartir esa noche las uvas con la familia o si, por el contrario, volvería a
darles plantón. Pensé que se trataba de una inocentada prematura. Poco después,
la cabecera del periódico me sacó de mi error. Algunos pierden el mechero,
otros la cartera, a mí se me habían perdido seis días de Navidad.
Corrí a comprobar el calendario del año
siguiente, que ya había recibido por correo. Se me erizaron todos los vellos
del cuerpo. Al séptimo taco le faltaban siete días.
Desde entonces no he dejado de
recibir puntualmente, año tras año, un maldito taco cada vez más delgado. He
perdido la Navidad, la Semana Santa, y parte de las vacaciones de verano. Eso
sí, todo hay que decirlo, desde que perdí el día de mi cumpleaños, me conservo
de maravilla.
Este microrrelato ha sido publicado también en La Esfera Cultural
Versión traducida al francés en Lectures d'ailleurs
A mi me encantaría perder la navidad... Gracias Pedro, me has hecho sonreír.
ResponderEliminarFeliz año nuevo y besos desde el aire
¡Qué bueno, Pedro!
ResponderEliminarYO preferiría perder todos los días laborables y qudarme sólo con los otros.
Un abrazo y feliz año nuevo.
No estaría mal perder los días que no queremos vivir, aunque por otra parte, de todo se aprende y tanto perder y perder días, al final viviremos 4 ¿o no?
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Me ha encantado el microcuento.
ResponderEliminarMuy muy bueno, Pedro!!
ResponderEliminarAhora que lo contás, no revisé mi agenda. Debería... Quizás le falte una semanita porque estos vendedores de almanaques te convencen de todo.
¡Que tengas un 2013 increíble!
Qué imaginativo, Pedro. Qué buena la historia. Un gusto.
ResponderEliminarSaludos.
PD. Ahora ya hemos dejado marcado el caminito.
feliz año nuevo.
ResponderEliminarEntraste hace tiempo en mi blog, como hace tanto que no lo había abierto he visto tu mensaje ahora. Te agradezco tu lectura. Yo también leeré tus cuentos en cuanto pueda. Un abrazo.
Esta muy gracioso el cuento. Me ha gustado es original.
ResponderEliminarManejaste de manera excelente el suspenso en todo el texto, y ese final abierto nos deja un sabor de boca renovado: ¿la falta de hojas, finalmente, es positiva (rejuvenece al protagonista) o negativa (acorta sus días de vida)?.
ResponderEliminarGenial, Pedro.
¡Saludos!
Que bueno este cuento Pedro. Un abrazo
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