Desde
que tengo turno de noche apenas coincidimos en casa, pero al menos podemos
pagar las facturas y sacar a nuestros hijos adelante. La delicada situación financiera
que atravesaba nuestro negocio de compra-venta de oro, nos obligó a tomar
medidas extraordinarias. Ahora, mi esposa atiende el establecimiento durante el
día y yo visito a los proveedores durante la noche. Hago mi entrega cada
mañana, puntual, le doy un beso y me voy a descansar. Ella se queda pesando y
comprobando el grado de pureza del género. Salvo los dientes de oro, saca a la
venta el resto de las joyas, enmascarando el olor con perfume de lavanda.
Lo de los dientes de oro es brutal, me los he imaginado arrancando muelas con unas tenazas.
ResponderEliminarBuenísimo. Si señor.
ResponderEliminarTe felicito.
Un abrazo.
Muy muy bestia este relato!!! Seguro que hasta le gustaba el sonido de las tumbas al abrirse, esperando como un niño, encontrar un montón de joyas que llevarle a su amada.
ResponderEliminarUn aplauso muy sonoro
Abrazos
PD: Entré esta mañana pero debía estar dormida porque no me enteré de nada
Ay por Dios!! Que maquiavélico veo hoy al mundo blogguero!
ResponderEliminarMe he quedado un poco agggrrr
Abrazos... con la boca cerrada, jaja
Muy bueno y muy bien descrito el "hecho" por medio de las descripciones. Un excelente intento. Abrazos.
ResponderEliminarManuespada: Prefiero sugerir que describir para lograr ese efecto. La imaginación de un lector puede crear imágenes mucho más impactantes que las que yo intente plasmar. Encantado de tenerte por aquí. Un abrazo.
ResponderEliminarTorcuato: Gracias. Tengo buenos referentes de los que aprender, y tú eres uno de ellos. Un abrazo.
Anita: Como le he dicho a Manuespada, me encanta descubrir las diferentes imágenes que generan en la mente del lector un mismo texto. Tu le añades ese toque Roger Corman que me gusta. Un abrazo.
Su: ¿No me digas que tienes un diente de oro? Ja, ja, ja. Abrazos.
Maite: Me alegra saber que me he acercado al objetivo que tenía al escribir este micro. Hay ciertos "hechos" que es mejor que los reconstruya cada uno. Yo pongo las piezas. Un abrazo y gracias por los ánimos que me transmiten tus palabras.
El toque de lavanda hace más turbador este tétrico relato.
ResponderEliminarSencillamente genial, Pedro.
Yo también creo que el contraste perfumado acentúa la atmósfera tétrica del relato, Esther. Es como cuando en las pelis de terror aparecen muñecas de porcelana. Brrr... muy turbador.
ResponderEliminar¡Que verdad es que cada negocio tiene sus secretos! Me pone los pelos de punta la naturalidad con que el protagonista describe "el negocio" y la falta de tiempo para estar junto a su esposa debido a las "medidas extraordinarias"
ResponderEliminarY el toque de lavanda deja aroma de culpa.
¿Que decirte Pedro?, es un micro tenebroso que vale oro porque está de muerte.
Ja, ja, ja. Me encanta la chispa que tienes, Cris. Como siempre, un placer tenerte por este rincón de la blogosfera. Un abrazo.
ResponderEliminarTriste camino humano. Correr detrás del oro, la plata y los billetes en vez de disfrutar del bello mundo.
ResponderEliminar...Y así nos va, Manuel. Buscamos la seguridad fuera, en el oro o en el otro, sin ser conscientes de que precisamente esa actitud es la que nos condena a sentirnos vulnerables y nos impide disfrutar del mundo y de las relaciones humanas. Gracias por pasarte. Un abrazo.
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