lunes, 23 de abril de 2012

Ganador del ConcurSlow Microrrelatos



Fuente: Blog Ceres-Cantabria

             Hoy, coincidiendo con el día del libro, se ha fallado el I Concurso ConcurSlow Microrrelatos, una iniciativa surgida de la colaboración entre las páginas Contarcuentos y Sloyu “para unir el placer de escribir y la reflexión entorno a una vida con menos acumulación y más significado, resumido en el lema “Menos es Más” como eje central de los relatos, que podían enmarcarse en distintas áreas de nuestra vida: emocional, espiritual, solidaria, compromiso, profesional,…”

            Ha sido una grata sorpresa para mí descubrir que mi microcuento “La caprichosa perspectivadel tiempo”, ha resultado ganador en este certamen.

            En palabras del jurado del concurso: Además de la calidad, valoramos el efecto sorpresa y el mensaje positivo que nos deja y que nos ha recordado el cuento de Alejandro Jodorowsky El arquero y la Luna“:

            Un arquero quiso cazar la luna.
            Noche tras noche, sin descansar, lanzó sus flechas hacia el astro.
            Los vecinos comenzaron a burlarse de él.
            Inmutable, siguió lanzando sus flechas.
            Nunca cazó la luna, pero se convirtió en el mejor arquero del 
            mundo.

            Con esta entrada quiero agradecer a los responsables de Contarcuentos y Sloyu, Joost Scharrenberg y Elisenda Pallàs, tan sugerente iniciativa en la que no podía dejar de participar. Es un placer descubrir que, también para vosotros, la distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento.

            Gracias también a los lectores de este blog por vuestro apoyo sincero e incondicional, aún a pesar del ritmo más lento, espaciado y necesario, de mis últimas publicaciones.

            Un fuerte abrazo a todos y feliz día del libro. 



martes, 17 de abril de 2012

EL BUSCADOR


Fuente: http://www.fotosguapas.net

             Cuentan que había una vez un viejo ermitaño que vivía felizmente en el interior de una cueva sin más pertenencias que una túnica sucia y una escudilla. Era venerado por algunos debido a su sencillez y sabiduría, y despreciado por otros por loco y menesteroso.

            Un día llegó hasta él un hombre procedente de lejanas tierras que afirmaba haber invertido toda su vida en una infructuosa búsqueda de la felicidad. Había acumulado riquezas, experimentado los más exquisitos placeres, recorrido el mundo por tierra y por mar, conocido a maestros, gurús, curanderos y charlatanes, practicado toda clase de técnicas ancestrales y probado las más variadas pócimas y brebajes. En un último y desesperado intento, había donado todas sus posesiones a los más necesitados, y a pesar de todo ello, nunca halló la ansiada felicidad. Viejo y abatido, esperaba ya, con resignación, la visita de la dama oscura cuando alguien le habló del ermitaño feliz. El insaciable buscador pensó que le daba igual morir sentado que caminando, así que paso a paso, jornada tras jornada, invirtió las pocas fuerzas que aún le quedaban en arribar a aquella cueva en la que, supuestamente, moraba un hombre feliz.

            El ermitaño escuchó con interés la historia que le contó el extranjero y sin perder la sonrisa, sentenció:

             —Aún no has acallado todos tus apegos.
           
            —¿Mis apegos? ¿Acaso no has escuchado mi historia? —se dolió el hombre—. Me he desprendido de todo lo que poseía. ¿Qué más puedo hacer?

            —Verás, hace mucho tiempo, cuando yo era joven, abordé a mi maestro para que me explicara qué era lo que producía la felicidad, cuál era su causa. Él me respondió con una pregunta: ¿Tiene causa el silencio?

            Tras decir esto se quedó callado. El extranjero comprendió que el ermitaño le estaba invitando a averiguar la respuesta por sí mismo. Pensó durante largo rato hasta que por fin…

            —No hay nada que cause el silencio, —dijo—, siempre está ahí, accesible en cuanto las causas del ruido cesan.

            —¡Exacto! —Gritó el ermitaño—. Y ahora dime, ¿qué es eso a lo que estás tan apegado, que su ruido no te deja escuchar la felicidad que mora en ti?

            Cuentan que cuando la muerte llegó a aquella lejana cueva, perdió el rastro del abnegado buscador al que trataba de dar alcance. Allí se topó con dos hombres sonrientes que contemplaban en silencio la puesta de sol, pero ninguno de ellos estaba buscando absolutamente nada.


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