Teseo, con setenta y cinco kilos de
peso, fue el primero de la tarde. Comenzó embistiendo con bravura los cites de
capote. El público del Dédalo de Cnosos ovacionó cada lance de Astifinito de
Creta, aunque el excesivo celo en el tercio de banderillas deslustró la faena.
El diestro apuró la suerte de muleta para culminar con una estocada certera de
su asta derecha. El salto al ruedo de un grupo de minotauros, completamente depilados,
que protestaban contra la tortura y el maltrato de humanos, debió molestar al
presidente que, sin merecerlo, concedió al matador el trofeo máximo: las dos
orejas y el rabo.
Llego por primera vez hasta tu casa después de haber leído el comentario que le dejaste a Fernando Vicente con el fin de saciar mi curiosidad y no sabes cuánto me alegro.
ResponderEliminarMe gusta este micro cimentado en una ironía bien trabajada, una crítica aguda e inteligente. Pero más allá del fondo, disfruto -y mucho- de su calidad literaria, de esa intertextualidad retorcida, y del peso de su parasimbolismo.
Con tu permiso, me quedo asomado a la ventana y señalaré el camino desde mi rincón para que aquellos amigos que no lo conozcan puedan acercarse.
Un saludo,
Muy bien Pedro, buena vuelta de tuerca, otra perspectiva. Quizá así duela un poquito, ¿o no?
ResponderEliminarEnhorabuena por tu último premio con Agorafobia.
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
Ya te lo he dicho en mi casa y lo repito aquí: me gusta mucho la ironía y el punto de mala leche del texto, que también se tiene que escribir así, coño...
ResponderEliminarHola Pedro, ¡dos orejas y el rabo! para tu micro de hoy.
ResponderEliminarMe gusta cómo has reinventado la historia. un beso fuerte.