Imagen obtenida de Google
Me
ha llegado la hora de partir. Mi pobre madre, haciendo verdaderos esfuerzos,
trata de ahogar su sufrimiento mientras mi padre le toma de la mano, visiblemente
afectado. Les observo desde mi realidad invisible, flotando a un metro sobre la
cama. Me invade un profundo sentimiento de gratitud y cariño. No podía haber dado
con una familia mejor. Me entrego totalmente a esta cálida sensación de amor
hasta que la oscuridad me envuelve por completo y me succiona.
Una cegadora luz, al final del túnel, me devuelve la visión. Es tan intensa que me cuesta soportar el dolor de mis ojos cuando cruzo el umbral. Me muevo por el aire rodeado de seres ajenos a mi familia que me sonríen con la mirada. Me siento aturdido. Uno de ellos, consciente de mi angustia, decide depositarme sobre el pecho de mi madre y, solo al escuchar sus latidos, dejo de llorar.
Dedicado a Esther Navarro por su imprescindible labor.