Lo queramos o no, vivimos en un mundo lleno de matices
y contrastes. La diferencia es una
constante en nuestro entorno natural, por lo que nada es igual a ninguna otra
cosa, salvo que sea replicada de forma artificial. Ni siquiera dos gemelos
monocigóticos son idénticos entre sí. Habitamos en un planeta donde cada ser
humano, cada animal, cada planta y cada mineral son únicos e irrepetibles.
Ante
esta evidencia caben al menos dos actitudes posibles en nuestras relaciones
interpersonales: disfrutar de la diversidad o padecerla. En ambos casos se
trata de una decisión personal que nos llevará a experimentar realidades
opuestas. Al aceptar que todos somos diferentes, que la naturaleza es y seguirá
siendo así, y que no podemos hacer nada para cambiarlo, estaremos en
disposición de abrirnos al otro y de entablar una relación de intercambio donde
ambas partes saldrán ganando. Si rechazamos la diversidad, nos esforzaremos en
que los demás sean lo más parecido a un clon de nosotros mismos, que piensen y
actúen como nosotros, en la idea de que nuestra forma de pensar y de actuar es
la correcta. Dado que esta pretensión va en sentido contrario al heterogéneo
mundo natural, necesitaremos invertir mucho esfuerzo en tratar de lograr
nuestro cometido, a través de estrategias que pueden ir desde la sutileza de la persuasión hasta la
violencia del sometimiento, pasando por la evangelización, el adoctrinamiento o
la manipulación. Desde esta perspectiva no hay intercambio sino imposición, y
por lo tanto sólo gana una de las partes, y sólo en la medida en la que ve
cumplido su deseo de cambiar al otro.
En
un mundo fraccionado en 243 países, donde conviven 11.000 etnias que se comunican
en más de 6000 lenguas diferentes, parece una locura pretender que todos
pensemos de la misma manera. La diversidad es la riqueza que nos permite crecer
como individuos y como sociedad.
Tenemos derecho a ser únicos. Los demás
(quienes quiera que sean), también gozan del mismo derecho. No es necesario que
estemos de acuerdo con alguien que tiene una visión de las cosas totalmente
distinta de la nuestra, basta con respetar su opción. Lo que cada uno escoge pensar,
sentir y hacer en la vida, influye directamente en la calidad de sus
experiencias. ¿Quiénes somos nosotros para impedir que cada uno elija el camino
que considere más adecuado? De igual modo, no necesitamos que los demás piensen
como nosotros, sólo necesitamos que nos respeten, que acepten nuestra manera
diferente de contemplar la misma realidad convertida en nuestra realidad, la que escogemos ver, la que decidimos
experimentar.
Aún
en el hipotético caso de que fuese posible moldear a los demás, bienintencionadamente,
para que se transformasen en lo que nosotros consideramos que es lo mejor para
ellos, nunca nos sentiríamos satisfechos. La satisfacción personal no es el producto
de alinear a los demás con nuestra limitada concepción del mundo, sino el
resultado de alinearnos a nosotros mismos con los objetivos que deseamos
alcanzar.
Creo
que sí hay un aspecto en el que todos los seres humanos somos iguales, la
búsqueda de la felicidad. Esa felicidad no depende de lo que hagan los demás.
Depende de aceptar que somos libres de ser como somos, de ser lo que queramos
ser. Depende de vivir cada día nuestros propios sueños y de permitir que los
demás vivan los suyos.
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Hoy
os dejo el videoclip de un proyecto musical basado en la diversidad. Aunque no
os guste el género Hip-Hop no dejéis de disfrutar del resultado de esta
amalgama de lenguas, razas y estilos que logra transmitir, más allá de las
palabras, el verdadero valor de lo diferente.
Feliz
fin de semana.
Pedro, qué razón tienes, además intentar cambiar a todas las demás personas para hacerlas iguales a nosotras implicaría que nunca podríamos ser felices y que nuestra propia felicidad está fuera de nosotros, inalcanzable, tal como dices. Y gracias a las diferencias crecemos... y VIVA LA DIVERSIDAD y viva el cambio. Si fuesemos todos iguales no podríamos cambiar para tratar de ser mejores, verdad?
ResponderEliminarUn abrazo reflexivo
Muy bueno pedro,si todos fueramos y pensaramos igual que aburrimiento,en la diversidad esta el aprendizaje.
ResponderEliminarUn beso muy muy grande.
Lauri.
Ana: Esa es una de las claves por las que valoro tanto la diversidad, porque nos ayuda a ser mejores, al tratar de incorporar todo lo bueno que vemos en los demás. ¡Qué buena energía me transmites, Anita! Besos agradecidos.
ResponderEliminarLauri:Sí, menos mal que somos tan diferentes, porque eso permite que las relaciones humanas sean tan interesantes y enriquecedoras. Gracias, hermanita, por tus palabras y un beso más más grande para ti :-D
Pedro Alonso, primero gracias por compartir este vídeo, es genial, no lo conocía, se lo voy a mostrar a mi hija, le encantará. Igual que tu texto. Siempre he pensado que conocer e intentar comprender otros pensamientos y otras culturas nos enriquece a todos, me gusta pensar que hay mucho que aprender de de los demás sean de donde sean nos ayuda a ampliar nuestra visión de la vida y del mundo.
ResponderEliminarGracias de nuevo.
Besitos
Gracias a ti, Elysa, por tus generosas palabras. Somos muchos los que pensamos como tú acerca de la riqueza que nos aporta la diversidad de culturas, pensamiento, gustos, etc... Espero que cada vez seamos más.
ResponderEliminarBesos.
La vida es diversidad. Me enriquezco cuando lo acepto, y más aún si lo disfruto.
ResponderEliminarNos enseñan a temer lo diferente para dominar, hacemos de lo distinto nuestro enemigo y enardecidos por la soberbia terminamos luchando por lo que no es nuestro.
Hasta darnos cuenta de que siendo intolerantes sólo vivimos a medias, malvivimos cuando no morimos.
Sólo con respeto puede desarrollarse la vida, y cuando lo hago con corazón es la fuente de la auténtica alegría.
Un abrazo, Pedro, y muchas gracias por este bonito llamado a ritmo de hip-hop.
Tu primer pensamiento es la esencia que explica todo lo demás: "la vida es diversidad".
ResponderEliminarUn beso.