En
esta época que nos ha tocado vivir, son tantos y tan diferentes los estímulos
con los que somos bombardeados a diario que, salvo que reservemos de forma
voluntaria un espacio y un tiempo para nosotros, lo más probable es que nos
perdamos en un intrincado laberinto de ruido, imágenes e información del que
es muy difícil escapar. Tratamos de estar al día con todo lo que nos rodea (noticias,
cotilleos, moda, artículos de consumo, teleseries, videojuegos, el muro de
facebook, el sistema operativo, la canción del verano…) mientras descuidamos la
actualización del elemento más importante de nuestra vida, nosotros mismos. Llegada
cierta edad, marcada básicamente por el conformismo con lo alcanzado hasta ese
momento, empezamos a vivir en modo automático. Con el estancamiento llega la
rutina, la insatisfacción y el vacío. Perdidos en el laberinto,
trataremos de llenar ese vacío con alguno de los atractivos productos que están
a nuestro alcance, viviendo, sin apenas percatarnos, una vida sin pasión, sin
ilusión, sin sueños. Una vida sin nosotros.
Tomar
de nuevo las riendas de nuestra vida implica en primer lugar, no me cansaré de
decirlo, asumir la responsabilidad de la situación en la que nos encontramos.
Ya no es momento de buscar culpables, ni de justificar una actitud victimista
porque “el mundo me ha hecho así”, ni de esperar que otros den el paso primero.
Si no estamos satisfechos con nuestra vida podemos y debemos hacer algo para
cambiarla, y sólo está en nuestras manos llevarlo a cabo. Podemos buscar consejo,
inspiración, guía o ayuda profesional pero, a la hora de pasar a la acción, las
decisiones las tomamos nosotros.
Si
no tenemos energía suficiente para afrontar cada amanecer como una nueva oportunidad
de disfrutar de la vida es que no estamos dedicando nuestro tiempo a lo que
realmente deseamos. Probablemente nos hayamos empeñado durante años en lograr una
meta marcada por algún otro convencidos de que, al alcanzar el objetivo, obtendríamos
el reconocimiento y el amor de esa persona. O quizás nos hayan hecho creer que
somos un fracaso y nos hayamos conformado con cualquier oportunidad que se
presentase. O incluso puede que estemos viviendo una vida a la contra de lo que
otros esperaban de nosotros. En cualquiera de los casos, no estamos viviendo
nuestra vida, no hemos decidido hacia dónde queremos dirigirnos, y como
resultado, nos sumimos en la apatía.
Sé
que da miedo enfrentarse a la gran pregunta, pero es un paso inevitable, aunque
no definitivo, todo puede cambiar por el camino si así lo deseas. Tú marcas la
ruta, tú decides los tiempos. La pregunta aparecerá ante ti en cuanto apagues
el modo automático y te pongas al timón: “¿Qué es lo que da sentido a mi
vida?” La respuesta no te llegará desde el ruido del laberinto, sino desde el
silencio interior. Recupera los sueños que dejaste en el camino porque querías
convertirte en un adulto con los pies en la tierra, recuerda qué cosas te
hacían disfrutar tanto que perdías la noción del tiempo, desempolva el talento
que nadie supo valorar y sobre todo, tómate la vida como un juego. ¡Diviértete!
Sólo
una cosa puede darle sentido a esta extraordinaria experiencia de vivir: Ser feliz.
Para
ilustrar el espíritu de este artículo no se me ocurre mejor muestra que el
vídeo de una conferencia que se ha propagado viralmente por internet. Tanto es
así que muy probablemente la mayoría ya lo hayáis visto. Aún así os pediría que
volvierais a visionarlo y os dejéis contagiar por la pasión y la energía que
derrocha su protagonista, Emilio Duró. Un hombre que habiendo llegado a la cima del
éxito (según los parámetros convencionales) con tan sólo 28 años, un día se dio cuenta
de que su posición privilegiada no le reportaba, como le habían hecho creer, un
mayor grado de felicidad, más bien al contrario. Tomó la valiente y, para algunos, loca decisión, de
abandonar la élite empresarial para dedicarse a impartir talleres y
conferencias sobre optimismo e ilusión por la vida. Disfrutadlo.
FELIZ
fin de semana.
Touché. Hay días en los que es necesario que alguien nos anime a ser felices. Gracias
ResponderEliminarSaludillos
Si he podido aportarte un poco de alegría, Puck, ha merecido la pena publicar esta entrada. Otro día quizás tengas que animarme tú :-D
ResponderEliminarAbrazos.
Pedro, recuerda cerebro reptiliano y límbico :)
ResponderEliminar¡MUCHA SUERTE Y SUEÑA!
Susana :)