Siempre he sentido una
profunda admiración por aquellas personas que han sido capaces de conquistar el
éxito superando cuanta dificultad se haya presentado en su camino. Algunas de
esas dificultades pudieron aparecer al comienzo de sus vidas, en forma de
enfermedades congénitas, de familias desestructuradas, de miseria o de abusos.
Otras veces, los obstáculos aparecieron más adelante, en un accidente, mediante
una pérdida o provocados por la exclusión social.
Considero que sólo el que se siente libre de ser y de hacer todo aquello que se
proponga, está en camino de conquistar una vida feliz y exitosa. Hay quien
piensa que la clave está en el esfuerzo, a pesar de que se cuentan por millones
los proyectos vitales que se quedan por el camino tras una denodada y sacrificada
existencia. Otros prefieren creer en la suerte, retratando un mundo donde la diosa
Fortuna elige caprichosamente a los triunfadores, condenando al fracaso a todos
los demás desafortunados. Los neoliberales,
y otros darwinistas trasnochados, siguen apoyándose en la ley de la selva para
concluir que sólo el más fuerte conquista sus metas. Y por último están los
que, quizás por envidia, opinan que todo logro conseguido por el prójimo no es más
que la consecuencia de un buen enchufe o de unas malas artes. Para mí el éxito es una combinación de libertad y de felicidad.
La libertad es un derecho inalienable del ser humano.
Tanto es así que, en el ejercicio de nuestra libertad, podemos decidir encerrarnos
en cuantas limitaciones deseemos. Los límites del ser humano, como ya expliqué
en un artículo anterior, no están impuestos por nuestra herencia genética, ni
por nuestras carencias físicas, psíquicas o emocionales, ni por el gobierno, ni
por la religión, ni por la ciencia, ni por las leyes. Nuestros límites son
nuestras propias creencias, que a su vez están basadas en las opiniones que los
demás (historia, cultura, familia, amigos…) tienen acerca de nosotros. Nadie
puede decirnos lo que somos capaces de hacer. En cambio nosotros, sí que podemos
limitar nuestro potencial para estar a la altura de las expectativas del
exterior.
Hoy quiero presentaros a dos personas. Dos de esas personas
por las que he declarado una profunda admiración. Porque demuestran ser libres
para ser y hacer todo lo que se proponen. Porque sus rostros reflejan la
felicidad del verdadero éxito. Se llaman Albert Casals y Nick Vijicic. Sus
vidas ejemplares nos demuestran, desafiando las opiniones ajenas, que no es la
realidad la que limita nuestras capacidades, sino la percepción distorsionada que
tenemos de ella.
Feliz fin de semana.
He conocido a ambos por distintos reportajes o documentales, y el resumen de lo que tú expones está en una frase de Albert que dice: mientras no te mueras todas las cosas son buenas y Nick cuando dice si se cae, volver a intentarlo. Nos enseñan que no debemos limitarnos, que podemos intentarlo sin miedo las veces que haga falta.
ResponderEliminarBesitos
He llegado a la conclusión de que una de mis limitaciones la forman mis cambios de ritmo y de estado de ánimo. Ya no lucho contra eso. Dejo que pase el ciclo.
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