viernes, 23 de septiembre de 2011

OTRAS HISTORIAS: Las falsas limitaciones


            Siempre he sentido una profunda admiración por aquellas personas que han sido capaces de conquistar el éxito superando cuanta dificultad se haya presentado en su camino. Algunas de esas dificultades pudieron aparecer al comienzo de sus vidas, en forma de enfermedades congénitas, de familias desestructuradas, de miseria o de abusos. Otras veces, los obstáculos aparecieron más adelante, en un accidente, mediante una pérdida o provocados por la exclusión social.

           Considero que sólo el que se siente libre de ser y de hacer todo aquello que se proponga, está en camino de conquistar una vida feliz y exitosa. Hay quien piensa que la clave está en el esfuerzo, a pesar de que se cuentan por millones los proyectos vitales que se quedan por el camino tras una denodada y sacrificada existencia. Otros prefieren creer en la suerte, retratando un mundo donde la diosa Fortuna elige caprichosamente a los triunfadores, condenando al fracaso a todos los demás desafortunados. Los neoliberales, y otros darwinistas trasnochados, siguen apoyándose en la ley de la selva para concluir que sólo el más fuerte conquista sus metas. Y por último están los que, quizás por envidia, opinan que todo logro conseguido por el prójimo no es más que la consecuencia de un buen enchufe o de unas malas artes. Para mí el éxito es una combinación de libertad y de felicidad. 

            La libertad es un derecho inalienable del ser humano. Tanto es así que, en el ejercicio de nuestra libertad, podemos decidir encerrarnos en cuantas limitaciones deseemos. Los límites del ser humano, como ya expliqué en un artículo anterior, no están impuestos por nuestra herencia genética, ni por nuestras carencias físicas, psíquicas o emocionales, ni por el gobierno, ni por la religión, ni por la ciencia, ni por las leyes. Nuestros límites son nuestras propias creencias, que a su vez están basadas en las opiniones que los demás (historia, cultura, familia, amigos…) tienen acerca de nosotros. Nadie puede decirnos lo que somos capaces de hacer. En cambio nosotros, sí que podemos limitar nuestro potencial para estar a la altura de las expectativas del exterior. 

            Hoy quiero presentaros a dos personas. Dos de esas personas por las que he declarado una profunda admiración. Porque demuestran ser libres para ser y hacer todo lo que se proponen. Porque sus rostros reflejan la felicidad del verdadero éxito. Se llaman Albert Casals y Nick Vijicic. Sus vidas ejemplares nos demuestran, desafiando las opiniones ajenas, que no es la realidad la que limita nuestras capacidades, sino la percepción distorsionada que tenemos de ella.

            Feliz fin de semana.







2 comentarios:

  1. He conocido a ambos por distintos reportajes o documentales, y el resumen de lo que tú expones está en una frase de Albert que dice: mientras no te mueras todas las cosas son buenas y Nick cuando dice si se cae, volver a intentarlo. Nos enseñan que no debemos limitarnos, que podemos intentarlo sin miedo las veces que haga falta.

    Besitos

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  2. He llegado a la conclusión de que una de mis limitaciones la forman mis cambios de ritmo y de estado de ánimo. Ya no lucho contra eso. Dejo que pase el ciclo.

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