El Gran Ingeniero dio por
finalizado el último de sus proyectos, el más ambicioso. Invirtió seis días y
seis noches en crear lo que consideraba la
partícula de la felicidad. Un prodigio nanotecnológico de dimensiones
microscópicas y potencial infinito, que transformaría a los homínidos en
dioses. Lo insufló en el organismo humano para que se integrase biológicamente en
un cerebro que hasta entonces, sólo manejaba impulsos instintivos. Las primeras
señales de cambio se produjeron de inmediato. El hombre comenzó a crear
herramientas, a cultivar la tierra, a
pastorear ganado y a expresarse con un lenguaje cada vez más elaborado. Luego
vinieron las artes, lo que parecía indicar que el experimento estaba resultando
un éxito. Entonces aparecieron las religiones, las fronteras, el hambre, las
ciencias, y la guerra. A partir de ahí la humanidad entró en un proceso cíclico
de progreso y recesión, de creatividad y destrucción, de iluminación y
oscurantismo, que la condenó a la más absoluta infelicidad a lo largo de toda
una era.
Decepcionado,
analizó las causas de su fracaso. Procesó los testimonios recopilados en
millones de oraciones, confesiones, diarios personales y sesiones psicoterapéuticas
del último medio siglo. Los datos indicaron que la mente humana captaba un
entorno permanentemente hostil ante el cual reaccionaba de forma inconsciente, generando
sufrimiento. La conclusión fue decepcionante: el hombre aún no había comprendido
que el cerebro no percibe la realidad. La crea.
Publicado en El Microrrelatista.
Muy buen giro, sólo nosotros somos responsables al final de nuestros actos. Me gustó lo de la "partícula de la felicidad".
ResponderEliminarAbrazos.
Creo que ya te lo dije allí pero me apetece reincidir :-). Me gusta ese final, y esa partícula de la felicidad que a veces parece que no viene de serie en todos los cerebros jaja
ResponderEliminarSaludillos
Genial el tono del micro, muy bien narrado, nos lleva hasta el final sin ningún esfuerzo y estoy de acuerdo con Agus, "La partícula de la felicidad" es un concepto extraordinario. Un abrazo.
ResponderEliminarFelicidades,Pedro. Sólo te digo eso y si quieres puedes echarle un ojo a ESTO
ResponderEliminarAgus: Así lo creo yo. Tendemos a buscar a los culpables de nuestra infelicidad fuera: nuestros padres, los políticos, el jefe... en lugar de responsabilizarnos de nuestra vida, esa que estamos creando a cada momento.
ResponderEliminarPuck: Veo que ha gustado mucho la idea de la "partícula de la felicidad". Tienes razón, hay personas que parecen carecer de ella. Pienso que todos tenemos la capacidad de ser felices, todo depende del esfuerzo que invirtamos en aferrarnos a esa realidad que no nos gusta en lugar de esforzarnos en crear una nueva.
Maite: Me agrada saber que la narración te ha resultado fluida porque era uno de mis objetivos, hacer un repaso acelerado de la evolución humana desde la prehistoria hasta la neurosis.
Torcuato: ¡Que curioso! Anita extrajo la misma conclusión en El Microrrelatista. Yo no había caído en ello, pero después de pensarlo se me ocurrió que la felicidad pudiera esconderse en la respuesta a esta pregunta: ¿Creo en mi realidad o creo mi realidad?
Gracias por vuestros comentarios y un abrazo gordo para cada uno.
No concuerdo con la tesis que sustenta este micro. Pero reconozco y admiro la naturalidad con que está escrito. Proviene, creo yo, de la sinceridad de los sentimientos del autor y repercute en el placer de la lectura.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
PABLO GONZ
¿Qué extraigo de este breve y grave relato? El resumen de la historia de la humanidad donde subyace, encapsulado, el miedo a sufrir que conlleva la libertad de ser.
ResponderEliminarEste miedo que han sabido explotar los profesantes del poder, sea religioso, económico o político, es el carcelero de la simiente de la felicidad.
Una vez más, disfrutando contigo.
Un fuerte abrazo.
Pablo: Cuento con el hecho de que la hipótesis de una realidad individual autocreada no sea compartida por todos mis lectores. Tienes razón al presuponer la sinceridad de los sentimientos con los que he escrito este texto. Tu cuidado análisis y el saber que has disfrutado de la lectura es toda una satisfacción para mí. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarEsther: Así es, el miedo se encuentra detrás de nuestra falta de libertad para ser lo que realmente somos. Desde el miedo creamos una realidad que justifica nuestra desconfianza, la evitación del contacto, el ataque y tantos otros aspectos que nos generan sufrimiento. Sólo conozco un antídoto, el amor. Yo también disfruto con tu compañía y comentarios en este literario rinconcito. Un fuerte abrazo.
Me ha recordado un poco al Génesis, pero versionado desde un punto de vista del hombre moderno, con el tema del libre albedrío i la felicidad de fondo, y me ha gustado mucho esta nueva versión.
ResponderEliminarEfectivamente, Manu, le he dado algunas pinceladas bíblicas, pero sustituyendo fe por ciencia. Gracias por tus palabras y un abrazo.
ResponderEliminarTal vez el Gran Ingeniero no tuvo en cuenta que desde nuestra condición de humanos no queda otra que vivir en y entre las dos partes, me refiero a que no hay día sin noche, ni luz sin oscuridad, ni paz sin guerra, ni felicidad sin tristeza,…
ResponderEliminarMenos mal que no despojó al humano del impulso instintivo, confío en él plenamente como elemento necesario para transitar en y entre las dos partes.
Has escrito un interesante y liviano viaje por la historia de la Humanidad, parece la versión 5.0 de Génesis y Actualidad.
Un abrazo
El instinto como conciliador y puente en la dualidad humana... una idea muy interesante, Cristina. Tengo que pensar sobre ello. Nunca pierdas tu chispa ingeniosa y gamberra, me encanta lo de "Génesis y actualidad" (el ayer y hoy del devenir humano, je, je). Un beso.
ResponderEliminar